Definido por María Zambrano como sabio, político y padre, Séneca fue sabio por su deseo de saber, no por erudición; político por participar en las instancias rectoras de la Roma de su tiempo, no por ambición; y padre porque sus escritos son formativos, educativos y ejemplares a partir de ideas que siempre estimulan el juicio crítico.
El pensador cordobés perteneció a esa estirpe de “intelectuales metidos en política” que fueron a menudo víctimas de tan difícil matrimonio. Como Cicerón , asesinado un siglo antes, el propio Séneca fue condenado al suicidio; Boecio, 400 años después, fue condenado a muerte, al igual que Tomás Moro lo sería en el siglo XVI.
El interés del tema abordado por el diálogo Sobre la felicidad es universal. El hombre feliz, para Séneca , es el prudente, el que acierta en sus juicios, el que los acomoda a la naturaleza de las cosas y de sí mismo.