Recorridos

El espejo que decía Stendhal

Shakespeare en Baltimore

Un hombre se dispone a describir la realidad de la calle donde vive. Asomado a la ventana, empieza explicando cómo son las aceras, cuáles son las tiendas que hay, qué tipo de fachadas la definen; incluso, cuando sale de su casa, en un ejercicio de estilo y de profundización, explica cómo son sus vecinos, qué ropa llevan, qué costumbres tienen; aún no satisfecho, el hombre se empeña en llevar a cabo una descripción minuciosa de su calle, y acaba por salir a pasear cada día para explicarnos de qué color son los marcos de las puertas e incluso qué tipo de calzado llevan los peatones que cada día entran y salen de las tiendas que pueblan las aceras de su calle.

En su propia pasión realista, el hombre lleva a cabo una descripción puramente taxonómica de todo lo que le rodea, su entorno. Una manera de contar lo que vemos. Pero... ¿qué pasa cuando hay que describir lo que no vemos? Describir lo que no se ve a simple vista entra dentro del arte y la capacidad de muy pocos creadores. David Simon y Ed Burns, primer y segundo artífice de The Wire, lo han conseguido.

Simon trabajó durante trece años en Baltimore Sun, donde se especializó en el trabajo del departamento de homicidios de la policía local. Burns es profesor en una escuela pública de Baltimore, y previamente trabajó durante veinte años como policía en el departamento de homicidios de su ciudad. Credenciales suficientes, sin duda, para describir tanto lo que se ve com lo que no se ve. Si, como decía Stendhal, "la novela es un espejo que ponemos en el camino", The Wire, como muchas de las series que pueblan los cátodos de hoy en día, son espejos rozando la perfección de las dos realidades: la que vemos y la que no vemos. El alma humana.

De las esquinas de los barrios más afectados por el negocio de las drogas a los despachos de los principales dirigentes políticos de la ciudad, The Wire es una elegía a la ciudad de Baltimore, pero, como en las tragedias griegas -la historia del clan Sobothka de la segunda temporada parece sacada de un texto de Esquilo, Eurípides o Sófocles-, o como en Shakespeare, consigue además transmitir con veracidad las pasiones humanas.

Nadie queda inmune en The Wire. No hay espacio para el maniqueismo. La moral que de ahí se desprende es otra. Desde la primera escena de la serie, en la que el inolvidable Jimmy McNulty habla con un implicado en un caso de asesinato, queda claro cuáles son los parámetros. "Esto es América". Pero esto es también una geografía del alma. Si la vida merece un adjetivo es el de la complejidad.

A través de los policías, traficantes, hombres de negocios, niños, profesores, estibadores y periodistas que aparecen durante las cinco temporadas de la serie entran en juego conceptos como la libertad, la capacidad de decidir, la responsabilidad, el engaño y el autoengaño o la dignidad del ser humano.

Pero además, dentro de esa voluntad totalizadora de The Wire, los hechos relatados ocurren en un lapso de tiempo muy representativo del todavía incipiente siglo XXI. Entre el 2002 y el 2007. La serie empieza justo después de la caída de las Torres Gemelas y acaba en el momento en el que los bancos de los Estados Unidos empiezan a quebrar. Un espejo enorme, que devuelve una imagen desoladora pero más real imposible.

Aún así, a pesar de estar inscrita en este período de tiempo de este siglo XXI en el que las catástrofes logísticas parecen concatenarse, todo aquello invisible que se describe podría formar parte de cualquier gran ciudad del mundo, en cualquier otro momento. Es por esto que, en esta selección bibliográfica encontraréis desde tragedias shakesperianas a textos filosóficos, pasando por ensayos sobre el estado del capitalismo hoy en día.

El recorrido que traza The Wire es casi inalcanzable. Tan potente y tan fiel a la realidad que hasta podemos llegar a ser conscientes