Recorridos

¿Por qué?

Cómo empezaron a escribir

La actividad de escribir resulta, a veces, un misterio para el mismo que la practica. ¿Cuál es el impulso que empuja alguien a esta anomalía? ¿Con qué propósito se escribe? ¿De qué manera podemos distinguir a los impostores que simplemente escriben siguiendo una máscara de los que lo hacen porque, de algún modo, no pueden no hacerlo?

Es evidente que, actualmente, los mantras tecnológicos han provocado una situación de banda ancha, anchísima, en la que prácticamente todo el mundo puede hacerlo; proliferan los blogs, se multiplican los narradores de raza, las sorpresas editoriales se van concatenando... y qué pasa con los que empezaron a hacerlo a oscuras, sin saber dónde se metían, empujados por un impulso ignoto o una profunda inquietud? Quizás porque sabían que lo hacían bien, quizás porque algún trauma los indujo a buscar un espacio en el que solucionar los nudos, quizás porque lo probaron y encontraron ahí una comodidad perdida -con el tiempo...-, las razones que tiene un escritor para empezar y dedicarse a fondo al asunto suelen ser de carácter pernoctado, personal y revelador, si realmente valen la pena.

Lo dijo Pla, blasfemando de los escritorcillos de los domingos por la tarde, diciendo que la profesión era terrible, violenta, sagnante y que, a veces, ni tan siquiera la completa dedicación resolvía la cuestión. De modo que, sea desde un punto de vista más narrativo -como el caso, fantástico, de Julián Herbert en el que relata además la muerte de su madre o el caso de Auster, en el que explica la muerte de su padre-, sea desde una vertiente más técnica y menos sentimental -Mailer lo explica muy bien en el recientemente reeditado Un arte espectral- he aquí unas cuantas pistas para adentrarse en una auténtica aventura del espíritu, las razones por las que algunos escritores se iniciaron y decidieron seguirlo haciendo para siempre.

¿Por qué?

Bibliografía destacada