Barcelona, 1928

Los pocos artículos y estudios dedicados a la obra de Màrius Sampere coinciden en el hecho de considerarlo como uno de los poetas más notables de los últimos años. La mayoría de la opinión pública, sin embargo, lo ha condenado al olvido y no ha reconocido sus méritos hasta mediados de los noventa. El motivo de este olvido se debe, seguramente, a la incomodidad que la figura de Sampere ha provocado en todos aquellos críticos que entienden su trabajo como una mera clasificación de autores y movimientos literarios. Para ellos, un autor que fue ganador del premio Carles Riba en 1963, en pleno auge de la poesía social, sólo puede leerse dentro de este movimiento. Pero según Sampere, su poesía es algo muy distinto: "Mi poesía no transpira preocupación social. Es lirismo y reflexión (...) Es verdad que sale de hechos vividos, de anécdotas, de flashes que provocan reacciones químicas que acaban huyendo de la realidad". La tragedia humana, trascendente o no, centrada en el amor, el dolor, la muerte y protagonizada por motivos recurrentes (el yo y su Otro, la Virgen, el demonio...) son temas que dan gran profundidad a su obra y que la convierten en un capítulo singular dentro de la poética catalana.