Recorridos

Baruch de Spinoza

El geómetra de la ética moderna.

Amsterdam, 1632 - La Haya, 1677

"Cuando la experiencia me hubo enseñado que todos los hechos de la vida cotidiana son vanos y fútiles y me di cuenta de que todo aquello que era para mí origen y objeto de temor no contenía nada de bueno ni de malo en sí, sinó sólo en la medida en que el alma era movida, decidí finalmente buscar si existía algo que fuera un bien verdadero, capaz de comunicarse y el único por el cual, dejando de lado todos los demás, el alma pudiera ser afectada; mejor dicho, si existía nada que, al haberlo descubierto y adquirido, me procurase eterno goce de una alegría contínua y suprema."
SPINOZA, Baruch de, Tratado de la reforma del entendimiento.
Del "Aquí yace Spinoza, ¡escupid sobre su tumba!" de Karel Tuinman (ministro de la iglesia reformada) al "Puede ser que sea aquí donde Dios ha sido visto más cerca" de Renan (ante su estatua): Spinoza provoca pasiones extremas en lo amplio de todo espectro posible. Pero quizás cabría ir más allá, puesto que también se ha dicho que es Spinoza un filósofo de los márgenes, de la frontera en tanto que se sitúa en el lugar que, una vez cruzado, supone la liberación de las determinaciones y la perspectiva adecuada a la contemplación. La contemplación que supone un ver que corrija ideas inadecuadas y esto nos libera, al final, de la desdicha a la que nos condena una óptica desenfocada de la realidad. Procedemos por ello, primero, a la reforma del entendimiento que nos conduce al re-conocimiento de la sustancia única, infinita y divina de la cual todas las partes son modos. Una vez conseguida esta justa visión del mundo, es cuando la ética puede proceder geométricamente y derivarse de axiomas y principios. Cuando la verdad con su transparencia puede instalarse en nuestra alma hasta conseguirnos ese estado de beatitud prometida.

Bibliografía destacada