Recorridos

Hans-Georg Gadamer

Cuando el diálogo se torna conocimiento

Marburg, 1900 - Heidelberg, 2002

El único principio metodológico de Gadamer es que quizás sea el otro el que pudiera tener razón.
Por eso, la fuerza de Gadamer consiste en que él es capaz de escuchar; su fuerza es el diálogo. Partiendo de esta situación fundamental desarrolló consecuentemente su hermenéutica. Es bien sabido que tuvo maestros muy famosos, creativos y por ende también porfiados, procedentes de las más diversas escuelas, entre los cuales se convirtió en mediador: neokantianos como Richard Hönigswald o Paul Natorp, kantianos -más realistas- del valor como Nicolai Hartmann o Max Scheler, fenomenólogos como Edmund Husserl o Martin Heidegger, científicos del arte y de la literatura como Ernst Robert Curtius, Leo Spitzer, Richard Hamann y Max Kommerell, teólogos como Rudolf Bultmann o Rudolf Otto, filólogos de la antigüedad clásica como Paul Friedländer y Werner Jaeger. ¿Fue la pura verdad metodológica la que brotó de todos esos geniales proyectos? entonces, los enfoques -tan distintos- de esos maestros ¿eran tan incompatibles? Por eso, Gadamer se atuvo durante toda su vida a aquella máxima de Leibniz: apruebo casi todo lo que leo. Él no aprobaba todo lo que había leído, pero aprendía de todo ello. Con esto propugnó una teoría del comprender, es decir, una hermenéutica, que no proclamaba reglas fijas para la interpretación en una sola dirección, sino que cultivaba la virtud del saber escuchar, del diálogo y de la búsqueda común de la verdad.

Jean Grondin, del prefacio a Antología, Ediciones Sígueme, 2001