Recorridos

Todos los libros llevan a Roma

Algunos libros fundamentales para recorrer las calles de la "ciudad-rosa" por excelencia

El Tíber lleva casi tantas palabras como agua. Es difícil asomarse a él y no pensar, con el peregrino del poema de Quevedo (aquel que le plagió a Joachim du Bellay y que Ezra Pound tradujo al inglés) que sólo lo fugitivo permanece y dura. Y no es de extrañar: la superposición de estilos, imperios, vidas que se amontonan en la que fuera cabeza del mundo siembran sus calles difícilmente calificables con otro adjetivo que no sea el de mágico. Uno de esos lugares mágicos es la plaza de San Pietro in Montorio. Allí, a medio camino entre el Trastevere y el Gianicolo, quiso Nicolai Gogol que sucedieran los momentos culminantes de esa novela breve, 'Roma', que es una historia de amores apasionados y más o menos principescos, pero, sobre todo, un canto a la ciudad. Y en esa plaza el protagonista "rodeado de ese paisaje, se olvidó de sí mismo, de la belleza de Annunziata, del misterioso destino de su pueblo y de todo lo que hay en el mundo". Roma viva, Roma palpitante, también en 'Natura morta', ese prodigio novelado de Josef Winkler, Roma de los días de trabajo, Roma malabarista en la que la vida peligra y a duras penas se sostiene. Roma trágica, pero trágica por viva, por viva hasta el dolor. Pero quizás el lector busque secretos más mundanos de la ciudad eterna, eterna porque está, como el mar en el poema de Valery, siempre renaciendo. Esa otra Roma, secreta pero no escondida, se encuentra mejor que en ningún otro lugar en 'Isole', el libro en el que Marco Lodoli ha recopilado algunas de las columnas que durante años dedicó en el diario romano La Repubblica a descubrir a sus conciudadanos los lugares más hermosos y recónditos. Hablábamos antes de la plaza de San Pietro in Montorio. Hoy en día es la sede de la Academia de España en Roma, y allí habita todos los años al menos un escritor que luego no es capaz de resistirse a poner por escrito lo vivido. Lo hizo Javier Rodríguez Marcos en 'Medio mundo' (Llibros del Pexe); lo acaba de hacer Antonio Portela en 'Ciudadano romano', donde detalla una Roma fiestera y de hoy, atenta al día sin olvidar lo que ve la vista, cuando sobrevive a la ruina. Pero si lo que uno quiere son versos sobre Roma, lo mejor es buscar los que Brodsky escribió con la nostalgia de estas calles, o volver siempre a Pasolini y la reaparición poética de Roma que se produce en 'La religión de mi tiempo', una reaparición cargada de vida atormentada. Aunque para recorrer Roma, al final, lo mejor es recurrir a los clásicos. Es difícil explicar lo que ocurrió cuando Roma y Goethe se miraron la una en el otro y el otro en la una como dos espejos. Él escribió sus 'Elegías romanas', que ahora vuelve a traducir Jesús Munárriz. Y que son la forma de contar en verso que Roma es, como se dice en el lenguaje común a todos los hombres, vida.