No es frecuente, pero a veces los filósofos dirigen sus miradas fuera del recinto de los propios sistemas para tratar de dilucidar aspectos de la vida humana más cotidiana. A menudo se ha considerado estos ensayos obras menores. A veces incluso los mismos autores se han avergonzado de ellas y algunos, como Kant, las han publicado bajo seudónimo. No obstante es innato en el hombre relajarse y abandonar a ratos el heroísmo de las obras atemporales para incidir en la realidad de sus contemporáneos, de manera análoga a como los sermones, aún y perteneciendo a la practica religiosa, truecan el rigor de las demostraciones teológicas por los consejos y las opiniones sobre el día a día. Y... ¡qué no logran estas agudas miradas sobre una materia tan viva! Esta clase de filosofía de género, limitada a un lado por el ensayo de Montaigne y en el otro por la boutade o broma intelectual de De Quincey, antecesora de los "How to" y los libros de autoayuda modernos tanto como de las entradas enciclopédicas, abre un fabuloso catálogo de temas donde siempre puede esconderse la sorpresa. ¿Acaso la filosofía actual no es, en cierta manera, filosofía profana?