En cierta ocasión un admirado psiquiatra de Barcelona me contó que cuando se encuentra con padres muy angustiados les suele preguntar, para tranquilizarlos un poco, si se consideran mejores o peores padres que los Simpson. Es difícil, conociendo las peripecias de esa singular familia, que no se consideren mejores. El psiquiatra les hace ver entonces que los Simpson tampoco lo están haciendo mal con sus hijos. Por lo tanto, si ellos son mejores, deberían sentirse satisfechos. No pretendo ofrecer a los padres las respuestas para los problemas que yo, desde fuera, suponía que tenían, sino hacerles ver que no existen ni los padres ni los hijos perfectos. No existen los padres perfectos, pero existen los buenos padres. Y aunque esos padres están hoy siendo sometidos a más exigencias que nunca, es importante volver a vivir con naturalidad la paternidad, con sus propios valores y convicciones. Este libro aboga por vivir la paternidad desde la normalidad, con unos criterios claros, pero sin agobios. Porque aunque el modelo familiar esté cambiando no es sensato renunciar al menos común de los sentidos.