Durante largo tiempo he rehusado creer ciertas las cosas que voy a referir a continuación, pues, aparte de serme por mi propia índole demasiado ajenas y de que el espíritu tiende siempre a juzgar al prójimo a partir de sí mismo, nunca me he sentido inclinado a odiar a los hombres, sino a amarlos. Al cabo, la experiencia casi con violencia me las ha inculcado: y tengo la certeza de que los lectores que hayan tratado bastante y de distintos modos con los hombres, confesarán que lo que voy a decir es cierto; todos los demás lo han de estimar exagerado, hasta que la experiencia, siempre que alguna vez tengan ocasión de conocer por experiencia a la sociedad humana, se lo ponga delante de los ojos. Giacomo Leopardi