Hay un instante en cada cuento de Estamos a salvoen el que el peligro rompe la cotidianidad. Una niña juega con un caimán que se inquieta; una mujer toma un taxi para volver a casa y acaba en el campo; un padre adopta un gato y su hijo y el gato cada vez se parecen más; una chica mira a su madre que, en silencio, se apaga; una familia pasa sus vacaciones de compras en un centro comercial y el hombre, al borde del desmayo, presencia una extraña pelea en un baño; una mujer siente pánico el día que escucha en la televisión que nadie ha muerto; unos padres que aguardan a sus hijos a la salida del colegio no los reconocen; en un pueblo inundado por el calor los bebés empiezan a desaparecer. La autora arrastra a los personajes, que sufren una neurosis silenciosa, hipertensa y abatida, a una cotidianidad extraña y desconocida y, desterrados de lo común, los empuja al vacío a una velocidad muy lenta. Mientras tanto, el lector espera, inquietante y desprotegido, lo que pueda llegar a pasar...