Ante la imagen. Pregunta formulada a los fines de una historia de

Ante la imagen. Pregunta formulada a los fines de una historia de

Editorial: Cendeac

Páginas: 356

Año: 2010

EAN: 9788496898691

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Este libro desarrolla una cuestión crítica que se plantea y replantea nuestras certezas ante la imagen. ¿Cómo miramos? No sólo con los ojos, no sólo con nuestra mirada. Ver rima con saber, lo que nos sugiere que el ojo salvaje no existe y que abrazamos también las imágenes con palabras, con procesos de conocimiento, con categorías de pensamiento.
¿De dónde vienen esas categorías? Es la pregunta formulada aquí a la disciplina de la historia del arte, cuyo desarrollo actual –la sutileza de sus herramientas, su impresionante capacidad de erudición, su pretensión científica, su papel en el mercado del arte– parece autorizar el tono de certeza tan a menudo adoptado por los profesionales del arte, los científicos de la imagen. Pero ¿qué es un saber, cuando ese saber hace referencia a ese Proteo que llamamos una imagen? La pregunta exige desvelar la “filosofía espontánea” o los modelos discursivos utilizados cuando buscamos, ante un cuadro o una escultura, sacarle, o incluso sonsacarle, un conocimiento. Entre ver y saber se deslizan a menudo palabras mágicas, los filtros de un conocimiento irrisorio: solucionan los problemas, dan la impresión de entender. De esas palabras mágicas, Vasari, el primer historiador del arte en el siglo XVI, inventó unas cuantas famosas que siguen apareciendo en nuestro vocabulario. Panofsky, el “reformador” de la historia del arte en el siglo XX, las criticó en un sentido con la ayuda de una herramienta filosófica considerable –la crítica kantiana del conocimiento–, pero las restauró en otro sentido, en nombre del humanismo y de un concepto aún clásico de la representación. Del lado de Freud buscamos aquí los medios de una crítica renovada del conocimiento propio de las imágenes. El acto de ver se abrió literalmente, es decir, se desgarró y luego se desplegó: entre representación y presentación, entre símbolo y síntoma, determinismo y sobredeterminación. Y, para terminar, entre la noción habitual de lo visible y una noción renovada de lo visual. La ecuación tranquila –metafísica o positivista– del ver y del saber deja sitio en consecuencia a algo como un principio de incertidumbre. Algo como una obligación de la mirada al no-saber. Algo que nos coloca ante la imagen como frente a lo que se escapa: posición de lo más inestable. Pero posición que había que pensar como tal para situarla, a pesar de todo, en un proyecto de conocimiento, un proyecto de historia del arte.
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