Carta sobre los ciegos para uso de quienes ven

Diderot publica en 1749 esta su Lettre sur les aveugles à l´usage de ceux qui voyent, por la que dio con sus huesos en la cárcel de Vicennes, a les verdes afueras de París, bajo los cargos de inmoralidad, impiedad y sedición. Su empeño, riguroso e inevitable, apunta los caminos de la modernidad con la denuncia del deísmo como credulidad, a través de una concatenación implacable de constataciones: relatividad de la percepción sensorial, relatividad pues de la creencia, relatividad por tanto de la ontología y, con ella, de una divinidad revelada como metáfora de la vanidad humana, de sus entusiasmo y de sus pavores. Especula en el juego con la prosa fría y acerada de la razón, no fuera a ser el invidente quien, viendo paradójicamente de forma más clara -peón del empirismo, un santo Tomás, un lazarillo-, llevara de la mano a los videntes de buena fe a percibir cabalmente su propia ceguera. Y es que -cuenta- "le vimos enhebrar agujas finísimas".