La ciencia ficción latinoamericana es, antes que nada, ficción latinoamericana. Aunque se la ha visto como un género que está fuera de lugar en América Latina, es posible establecer la existencia de afinidades fundamentales entre la ciencia ficción y las corrientes literarias que han tenido un papel central en la historia cultural de la región. A partir de la obra de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, este estudio formula un modelo para la práctica de la ciencia ficción en general, no sólo en Latinoamérica. Este género es una variedad más de la literatura del asombro y, simultáneamente, un corpus literario en el que de modo continuo se reescriben obras pertenecientes a la tradición y se expande un repertorio específico de convenciones genéricas. El resultado es que en la ciencia ficción se produce un vaivén cognitivo entre la maravilla y la biblioteca, en un movimiento en que tiene lugar una controlada dislocación del mundo del autor y los lectores. Se explora también de qué manera los autores latinoamericanos "naturalizan" al género mediante la alegoría histórica: el viaje interplanetario sirve para hablar del "descubrimiento" del Nuevo Mundo o el fenómeno contemporáneo de la globalización, el encuentro con extraterrestres se emplea para analizar el contacto entre europeos e indígenas, las distopías totalitarias proporcionan el modelo para enfrentarse al trauma histórico de los desaparecidos en Argentina, y se piensa que la mejor manera de abordar el presente de las megalópolis latinoamericanas es recurrir a las fórmulas del cyberpunk y su futuro apocalíptico. Para ilustrar esta práctica latinoamericana de la ciencia ficción, se analizan en profundidad obras de algunas de las figuras más destacadas del género, como los argentinos Angélica Gorodischer y Carlos Gardini, y los mexicanos Hugo Hiriart y Pepe Rojo.