El siglo XX ha asistido al ocaso de la representación clásica que basaba su verdad. En la coincidencia con un referente sustancial, un ser en sí intocado por los cambios. Pero ninguna sustancia garantiza ahora la validez de las representaciones que fraguamos para entender el mundo y entendernos. Una vez perdidos los referentes que antaño fundaron la certeza de las figuras representativas de la identidad occidental, sólo nos quedan meras representaciones sin garantía ni certeza. Ese vacío de fondo engendra la paradoja que afecta hoy a la representación en todos sus órdenes: estético, psíquico, histórico, social o político.Tras el examen de esos diversos campos de experiencia, este libro termina por descubrir que en todos ellos la función representacional ha de afrontar una mis¬ma tensión que, paradójicamente, al par la sostiene y la frustra: ninguna represen¬tación puede abandonar la búsqueda de un referente, sea creado o construido, pero tampoco puede descansar en él.