Si la filosofía de Alain Badiou puede leerse como un recomienzo intempestivo del materialismo dialéctico, es porque este último no es una filosofía de comienzos absolutos, sino de recomienzos arduos e impuros. Se trata de un pensamiento del cambio situado en todo lo que pueda decirse del ser como múltiple puro, pero suplementado por la irrupción de un acontecimiento. La verdad de tal acontecimiento no emerge en un acto único e instantáneo de desaparición que coincidiría -mística o dogmáticamente- con el acontecimiento mismo en su puntualidad evanescente, sino que surge después, en un proceso continuo de tropiezos, de destrucciones y recomposiciones, de retrocesos y resurrecciones, de fidelidades y traiciones. Un acontecimiento, desde esta polémica lectura, ciertamente marca un comienzo repentino, pero sólo un recomienzo produce la verdad de este acontecimiento. Así, podría decirse de la filosofía de Badiou que fundamentalmente obedece no uno sino dos imperativos éticos: "Nunca renunciar al propio deseo" pero también "siempre continuar", es decir, "siempre recomenzar".