Robert B. Pippin propone una lectura filosófica de Vértigo, de Alfred Hitchcock, y ofrece una interpretación de cómo el cine se cierne sobre un problema filosófico: las ansiedades del desconocimiento. La relación del pensamiento con la imagen es muy antigua: de la imagen de la caverna de Platón a la exigencia de Nietzsche de aprender a ver. En una época marcada por la virtualidad de la realidad, el cine mantiene una realidad de la imagen, una fidelidad al mundo visto que trasciende el marco estético y aporta una dimensión moral.