En 1925 el escritor Boris Pilniak es invitado a visitar las minas de radio en el País de Perm. Llega a Chormoz con el primer vuelo, visita las instalaciones. Tiene un encargo del Partido: debe escribir un libro glorificando los logros del Estado de los soviets. Pero, ¿cómo puede una novela realista socialista empezar con una momia egipcia vieja de tres mil años paseada por las casas de Moscú? ¿Y cómo entender que la momia empieza a podrirse y a mal oler justo en estas circunstancias? Cuando Pilniak escribe su obra ya hay otra momia, mucho más joven, expuesta en un mausoleo que entonces es todavía de madera, en la plaza Roja de Moscú. Nos introduce en un mundo surrealista, no tanto por penetrar lo inconsciente como lo hacían los surrealistas de París, sino por juntar elementos dispares. Evidentemente, por otro lado, lo de elementos dispares juntos se puede considerar una de las realidades de Rusia, ante todo de aquellos tiempos...