Pensar en imágenes, por eso es tan importante la escritura para Wenders, es difícil hilvanar la deriva de los pensamientos si no se ven, en este caso, sobre el papel. Fugaces, las ideas en la mente de Wenders pueden perderse, se olvida fácilmente de dónde partió y cuál fue el origen de sus reflexiones, por eso prefiere ordenarlos sobre la escritura. Como en su cine, una imagen sucede a la siguiente, sin saltos bruscos, escribe como el que echa miguitas de pan en el camino para no desorientarse. No obstante, tiene un estilo rítmico, como al pasear, él piensa y dibuja. Escribe con afecto, por supuesto, no podría ser de otra manera, lo hace sobre sus cómplices, sobre aquellos con los que inició su pasión por este arte, por los que le marcaron con su descubrimiento, por aquellos que conoció y con los que trabajó desde la máxima admiración. El contenido de
Los píxels de Cézanne son en su mayoría reflexiones escritas de los últimos años, un repaso desde la memoria de aquellos personajes ilustres a los que les debe su manera de narrar y construir imágenes. El libro se compone de una serie de artículos que desarrollan un repaso importante sobre figuras clave de su carrera, aparecen pues, los imprescindibles, no por su presencia en los rodajes, sino porque su mirar ha marcado el mirar de Wenders. Encontramos también discursos que pronunció en su día con motivo conmemoratorio y escritos publicados expresamente para algún catálogo o revista. Es bonito observar como Wenders habla de los grandes (Yasujiro Ozu, Anthony Mann, Manoel de Oliveira), es emotivo leer como describe el acontecimiento que le supuso conocer el trabajo de Pina Baush (y conocerla a ella) y no deja de sorprender como describe la pintura (Edward Hopper, Andrew Wyeth o el mismo Cézanne). Leer a Wenders no es sólo viajar a través de la lógica de su pensamiento, es también, recorrer la vida de sus imágenes.