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Reseña
Vivian Gornick
Apegos feroces
Por Neus Botellé
9.6.2017

A finales de los setenta, una madre y una hija, que tienen sus diferencias, dan largos paseos por las avenidas de Nueva York. Los paseos confirman el amor que las mantiene unidas y desatan conversaciones que conforman el repaso de los contratiempos de sus vidas. La hija, cercana a los cincuenta años, y la madre, a los ochenta, recuerdan una época que se remonta a la infancia de la narradora. Infancia marcada por dos tipos de amor: el devoto, que siente su madre por su marido y padre de la niña, al que permanece fiel toda la vida, y el de su joven vecina, viuda que seduce a los hombres a cambio de pequeños regalos, una prostitución que no quiere reconocer abiertamente. La madre, judía y comunista, lleva orgullosa el estandarte de su larga viudedad, y la hija, el de su divorcio y sus fracasos amorosos. Discuten sobre el amor y sus múltiples variaciones a partir de los recuerdos de su antiguo vecindario del Bronx. Ambas comparten ese pasado, que les sirve para dialogar en el presente y mantener a flote una relación que se vuelve cada vez más comprensiva, con la cercanía de la muerte.
Como bien dice Jonathan Lethem en el prólogo, ¿no podría uno limitarse a decir que hay que leer Apegos feroces?