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Phyllis Fischer lleva una vida felizmente ordenada con su marido, un par de hijos y todo aquello que le proporciona un entorno seguro y acomodado. Todo esto hasta que una noche alguien llega a cenar, un joven caballero, Nicholas Knight, hijo de una antigua amiga de su marido, que acompañará a la ingenua Phyllis al jardín de los vecinos para recuperar una sandalia perdida. Un zapato y un beso robado que despierta la sensualidad de la bella esposa, tantos años dormida.

Pero no, no estamos en un cuento de hadas ni tampoco en el siglo xix, sino en la vertiginosa Londres de los años 60, donde se rompieron casi todos los convencionalismos, una época de fuertes cambios sociales y culturales en que el sueño de una vida libre después de las privaciones de la posguerra flota entre las nuevas generaciones al ritmo de una música que revoluciona el espíritu.

Todos los personajes tienen un rincón de dolor secreto: Roger Fischer, el marido, una sobrecogedora historia que nace de sus heridas de guerra; Colette, la hija, un nombre de escritora casquivana; Hugh, el hijo, el trauma de haber visto a su madre dando un beso al joven invitado; Jean Knight, a la que describen como del tipo patatas hervidas, una vida fundamentada en una mentira… vidas aparentemente sencillas que se sostienen encima de una base sólida pero incapaz de soportar la carga de un beso furtivo.