Nuestras recomendaciones y propuestas

Éramos dos, tres, cuatro y seis a la vez. Esta podría ser una buena fórmula para resumir el nuevo libro de Marina Garcés. No ser tú mismo es reconocer las voces que hay dentro de ti. Y alrededor de una voz, otra más. Así, ser identidad es estar en constante cercanía con el otro, bien sea a través de los textos legados, bien sea a muy pocos metros de distancia militando: Todas las voces se implican en la emisión.
Entonces, podemos decir que Malas compañías es una cacofonía de múltiples voces. Y son malas porque se tornan impertinentes, no se conforman. En este sentido, hacer sonar la voz de Marina Garcés deviene una compleja implicación: encontramos la voz de Santiago López Petit, su compañía en los viajes a México para encontrar una nueva pedagogía. Es la voz incendiada de Sophie Volland, (alias de Louise- Henriette) en su correspondencia con Diderot. Marina Garcés es Numax, a través de los ojos y cámara de Joaquim Jordá, narrando el cierre de una fábrica que celebra la derrota de la autogestión. Y es, sin lugar a dudas, la voz de su abuela Concepció o como más la nombra la autora, "Ció", cuya historia es rastreada a través de la correspondencia con su marido. En el diálogo rescatado, encontramos los alcances y límites de la enseñanza en la segunda república, el sentido genuino del amor y del compromiso con la militancia.
Ser identidad puede ser una huida, una táctica, pero nunca un único y mismo furor: más bien una convergencia de voces cuyo único objetivo es la implicación: envolvernos en los testimonios, conocer las historias, hacerlas reverberar a través de los textos. Esto es no solo un ejercicio de honestidad, sino de justicia para aquellos que nos hicieron pensar no en quienes somos, sino en qué medida hemos sido afectados para hacer y transformar.