El novelista estadounidense Nathaniel Rich recuerda en el epílogo que Didion, oriunda de California, quiso revisitar el sur de Estados Unidos en 1970 con la finalidad de comprender su propio medio natural, el Oeste. Así pues, la novela recoge las impresiones de la escritora durante el viaje en coche por la Costa del Golfo. Sin embargo, Didion, que no se conforma con un análisis superficial y subjetivo, decide convertirnos también en testigos de algunas conversaciones que registró durante su estancia en el Sur. De este modo, construye una panorámica de la sociedad de la época que abarca campos como la religión, el problema de la segregación racial, que persiste un siglo después de la abolición de la esclavitud, los marcados roles de género que ella llega a desafiar con su mera presencia, la importancia que los sureños conceden a sus raíces, etc. De forma paralela, y con una relación que la propia Didion explicita, la autora despliega ante nuestros ojos un paisaje que llega a ser inhóspito, con ese clima bochornoso y seco que parece perseguirla y amplias superficies de tierra apenas habitada.
Joan Didion, como quien intenta reubicarse tras un intenso sueño, regresa al final de la obra a su tierra natal. En este punto, la narración se convierte en un ejercicio notablemente más íntimo, y no es de extrañar si tenemos en cuenta que, según su propia confesión, es aquí, en su Oeste, donde se encuentra en casa.