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La vida, y aún más la obra, de uno de los más grandes autores de ciencia ficción, son un claro ejemplo de autoestima. «Yo soy mi tema favorito», aclara Asimov al comienzo y final de este tercer volumen de sus memorias. Arpa Editores reedita una obra que Ediciones B publicó en la década de los noventa, y supone un buen móvil para repasar la figura significativa incluso en sus (pocos) silencios del escritor nacido en Rusia y criado en Estados Unidos. 

Con él desde el púlpito, seremos testigos de acontecimientos históricos como la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y la creación del Estado de Israel, a la par de su desarrollo como niño prodigio y adolescente individualista, investigador químico y escritor a jornada completa. También nos hará conocer detalles más personales como sus dos matrimonios, el nacimiento de sus dos hijos, y la muerte. Claro que, pese a tener una memoria excelente como él mismo decía, eligió qué decir; tuvieron que pasar diez años hasta que su viuda e hija hicieran pública la verdadera causa de su fallecimiento, una transfusión de sangre contaminada con el virus VIH.

Gracias a Asimov sabremos del desarrollo del género de ciencia ficción (que a veces no es tan ficción), de sus amistades o no con otros compañeros como Heinlein, Clarke o Sturgeon, de la creación de los premios Hugo, y hasta de Star Trek. Su necesidad de aislarse y teclear una máquina de escribir le llevó a diseccionar la Biblia y hasta al propio Shakespeare, entre otros numerosos temas. En la actualidad, ante el avance tecnológico del que somos testigos activos o pasivos, ¿modificaría sus tres leyes de la robótica o nos diría preparaos para lo que viene?