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El señor Lepron es una liebre de pelaje brillante y largas orejas que hace una inigualable e inimitable sopa. Todos los seres del bosque quieren comer la sopa del señor Lepron. Sus hijas e hijos, nietas y nietos le ayudan con los ingredientes, pero la sopa solo la sabe hacer él. Nadie sabe cómo la hace y aunque hay quien usa los mismos ingredientes, nunca le sale igual que al señor Lepron. Al ver el éxito de su sopa, un día decide montar una fábrica en medio del bosque para hacerla en grandes cantidades y llevarla por todos los rincones del país para que nadie se pierda nunca cómo sabe la sopa del señor Lepron. Al llevar su cocina a un modelo de negocio a gran escala, el señor Lepron pierde aquello que sentía cuando cocinaba para su familia y algunos habitantes del bosque, las ganas y la ilusión que tenía. Un día la liebre decide acabar con todo eso, dejar la fábrica, dejar la logística y el reparto de la sopa por todo el mundo. Cuando la gente se entera de que las sopas que quedan en los estantes del supermercado van a ser las últimas, empiezan a perder la cabeza y las colas para conseguirlas son interminables. Nadie quiere quedarse sin la sopa del señor Lepron. Mientras tanto, en el bosque, el señor Lepron vuelve a estar tranquilo y vuelve a disfrutar de lo que más le gusta hacer, su sopa.

Con esta historia maravillosamente ilustrada, las autoras nos quieren mostrar a nosotros y a los más pequeños, de una forma alegórica, en un cuento sobre liebres, conejos, y sobre todo sobre sopas, lo que el capitalismo le puede hacer a una buena idea, explotarla. Lo bueno es que también nos enseñan que siempre hay una escapatoria y esa idea puede volver a ser lo que era antes, solo una buena idea.