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Aglaé halla unos diarios que le ha dejado en herencia su padre, el botánico Michel Andanson. En estos diarios –ocultos hasta su muerte– la joven descubrirá las facetas más ocultas de su padre, dándose cuenta de que para ella fue casi un desconocido. Sin pudor, le cuenta el viaje que hizo a Senegal durante cuatro años a mediados del siglo XVIII. Partió para estudiar la flora y la fauna local con el fin de publicar una gran enciclopedia y se encontró en un país con una naturaleza exuberante donde los seres humanos, lejos de ser inferiores, son sabios. Le cuenta la desaparición de una joven que será enviada a la isla de Gorea, su búsqueda y la leyenda construida alrededor de su partida. Le hablará de su amor por Maram, que se rebela contra su destino de esclava. También descubrirá a un científico distinto de sus contemporáneos, capaz de aprender el idioma local para entender mejor a sus habitantes, sus costumbres y sus creencias.

La joven intuye que su padre fue capaz de desprenderse de todos los prejuicios que los europeos manifiestan hacia los africanos para entenderles. Un hombre constantemente confrontado a los ideales de la Ilustración y a la realidad de la esclavitud, a la belleza de un país y a sus injusticias. En este viaje que lo cambió por completo.

David Diop aborda la cuestión de la esclavitud de manera sutil, como muestra ya el título, apodo de la isla de Gorea: «lugar de horror y de terror» de donde partieron millones de africanos durante la época de la trata de esclavos. Pero sobre todo nos habla de esos viajes que sacuden los convencionalismos.