Les nostres recomanacions i propostes

Hace unos meses, leí Lectura fácil. Recuerdo sentirme feliz, empoderada, rica. Sobre todo, me pensé muy lista por haber devorado un libro del que creí comprender todos y cada uno de sus significantes. Lo cierto es que no solo leí, sino que también releí muchas páginas, muchas veces y no por afición. El texto me sacaba a patadas cada cinco segundos de su lectura. Quedarse a vivir en las palabras «feminismo» o «feminista» supone mucho más que reírse del macho y mandar al patriarcado cis y hetero a freír espárragos. Es, ante todo, exponerse.

No es un libro sencillo, y la composición es algo turbulenta. Una advertencia preliminar: al acercarse, no hay que mezclar esqueleto y argumento. Si ya de por sí no es un camino de rosas hacer una trenza con tres mechones, imagínate con cuatro. Nati, Patri, Marga y la Àngels son las personalidades que, intercaladas, desmontan o —para los más modernos— deconstruyen la discapacidad intelectual que les impone la institución que las inhabilita. Todo ello para conducir al lector o lectora hacia un lugar de claridad: la delgada línea que enlaza el pensamiento político y el pensamiento narrativo o literario.

La concesión ahora del Premio Nacional de Narrativa a Cristina Morales significa sintetizar-agrupar-reivindicar bajo un título lo que se ha venido haciendo sistemáticamente sobre la(s) figura(s) autorial(es) de las mujeres que se han puesto a escribir. Un homenaje para quienes quisieron torear y les sacaron una vaquilla en lugar de un toro bravo, ofreciéndoles con la mirada el torín mecánico de la feria. Hay que leer Lectura fácil para acabar, precisamente, con la lectura fácil. Me alegra, claro que me alegra, que se celebre el discurso que da forma a la novela de la autora de Terroristas modernos (Candaya, 2017), esto es, que se festeje tener un relato efectivo y potente que discrepe del ya hegemónico, tan de shopping mall, «ni michismi ni fiminismi».