Afirma Barbara Cassin que la nostalgia “no es simplemente la añoranza y la vuelta a casa” aunque la raíz etimológica de la palabra nos remite a este primer significado. El sentimiento de la nostalgia se vincula, más bien, con el tipo de relaciones que establecemos con aquello que nos es propio y con aquello que nos es ajeno.
Así, Ulises, a lo largo de la Odisea —poema del retorno a casa por excelencia—, es extranjero por allá donde pasa, sin dejar de serlo una vez consigue volver a su patria, Itaca. Y esto es porque, como explica en un primer momento Cassin, podemos llegar a arraigarnos en un lugar donde no tenemos raíces, “porque las raíces de este lugar nos acogen con humildad”, mientras que el retorno al lugar de origen no elimina, necesariamente, la nostalgia que sentimos. Por este motivo nadie reconoce a Ulises cuando este entra a su casa, por eso nadie sabe quién es Ulises después de tanto de tiempo. Y es que, después de tanto de tiempo, quien es aquel que vuelve?, puede llegar a volver, realmente, Ulises? En este sentido, la nostalgia tiene un tiempo. Se trata del tiempo del “no todavía”, del retorno siempre llevado a cabo pero nunca cumplido; se trata, pues, del tiempo del anhelo, del querer volver siempre. Aun así, aquello que anhela el nostálgico tampoco es tan solo el espacio de la patria sino el espacio donde el tiempo pasaba, el tiempo aquel donde la vida podía ser vivida. Cassin, a través de estas reflexiones entorno la Odisea —como otros entorno a Eneida o la personalidad de Hannah Arendt—, trata de hacer de la nostalgia “un pensamiento más amplio, más acogedor”, que nos pueda llevar a pensar “una visión del mundo liberada de todas las pertenencias”