Desde san Agustín hasta nuestros días, esta es la historia y las curiosidades de un objeto querido por los amantes de la lectura y los libros: el marcapáginas. ¿Qué utiliza usted para señalar dónde deja de leer un libro momentáneamente? ¿Alguna vez ha prestado atención a ese objeto –un billete de metro, una flor seca, una postal o una cinta de seda– que le permite encontrar el punto donde se detuvo su lectura? Entre el marcador de emergencia –como el clásico y vilipendiado dobladillo de la esquina de la página– y algunas preciosas obras de arte, los marcapáginas son para muchos lectores objeto de colección. Merecen nuestra atención no sólo como curiosidad de coleccionistas, sino una consideración que Massimo Gatta, experto en los aspectos paratextuales del libro, no duda en definir como filosófica: en efecto, para él, el marcapáginas es «un elemento filosófico, antes incluso que un objeto material».