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instantània

Roberto Calasso, in memoriam

Intelectual, editor, bibliofilo

«...podría suceder que el siglo XX sea considerado, en el futuro, como la edad de oro de la edición»

Per Antonio Ramírez
30.7.2021

Quizás estos días se destaque sobre todo el carácter excepcional de los ensayos de Calasso: la amplitud de sus conocimientos, la profundidad de su cultura humanística, su prosa precisa siempre con una altísima exigencia conceptual, la naturaleza híbrida de sus obras entre lo ensayístico y lo literario. Al mismo tiempo, con toda probabilidad, se subrayará muy merecidamente su inmensa labor editorial: Adelphi misma como su gran legado literario.
Pero Calasso no sólo era un gran editor y un erudito exquisito sino además un bibliófilo exigente. Uno de los libros mas notables que llegó a publicar tal vez sea la edición ilustrada de “Le nozze di Cadmo e Armonia”. Publicada en 2008 por encargo del extinto Monte dei Paschi di Siena en una sobria edición en folio, acompañan al texto 384 ilustraciones que él mismo seleccionó y preparó, supervisando la maquetación hasta el más mínimo detalle. Pero, por el toque personal y por lo inusual, más memorable resulta hoy la colección de pequeños libros que Calasso preparaba y enviaba como obsequio cada final de año. Elegía sólo obras con una muy especial significación para él: las notas preliminares a sus ediciones de clásicos griegos de Aldo Manuzio, el ensayo sobre la juventud de Goethe de Ossip Mandelstam, un texto de Leonardo Sciascia, otro de Isaiah Berlin y en diciembre de 2018, un escrito suyo: “Como ordinare una biblioteca”, obras que se publicaban más tarde en ediciones normales de la “Piccola Biblioteca”. Por su forma y su cuidada confección, - impresión artesanal, 400 ejemplares numerados, en formato en octavo, con caracteres Baskerville Monotype- esta singular colección constituye una decidida declaración de filiación y homenaje a la tradición editorial “aldina” de la que Calasso era un ferviente defensor y probablemente su último gran representante.
En los distintos ensayos, conferencias y artículos que Calasso dedicó a la edición, la figura de Aldo Manuzio fue siempre piedra de toque: fue el primero en concebir la edición en términos de “forma”; es decir, pensar la edición de un libro como unidad indisociable de un texto y una forma: un papel, unos caracteres, una portada, un diseño y una compaginación. Según Calasso, es esta unidad propiamente lo que define a la edición moderna: “cada uno de los libros publicados por cierto editor podía percibirse como eslabón de una misma cadena, o segmento de una serpiente de libros, o fragmentos de un solo libro compuesto de todos los libros publicados por ese editor”, decía en su muchas veces citada conferencia “La edición como género literario”.
Manuzio era piedra angular, pero a Calasso le interesaba sobre todo la edición del pasado siglo: “podría suceder que el siglo XX sea considerado, en el futuro, como la edad de oro de la edición”. Sus referentes fueron, sobre todo, Kurt Wolff, el editor de Kafka, y su admirado Roberto Balzen, con quien fundó Adelphi a mediados de los sesenta y a quien dedica su último libro, y las grandes editoriales como Gallimard, Einaudi o Farrar, Strauss and Giroux, que con sus catálogos fueron capaces de configurar parte del paisaje cultural de una ciudad y una época. Defendió pues una edición de autor, consciente de que esto implicaba ir contra las exigencias del mercado y con frecuencia garantizaba la ruina de las editoriales como empresas; pero muy consciente al tiempo que sólo con este envite, contrario a la lógica del beneficio, un editor podría lograr ese reconocimiento del público que resulta imprescindible para hacer viable su proyecto desde el punto de vista económico; en esta paradoja está la clave del asunto.
Directa o indirectamente, Calasso con sus reflexiones y Adelphi con su catálogo han inspirado a no pocos editores independientes, especialmente entre los surgidos en los últimos años. Con sus intervenciones públicas y sus lecciones magistrales en la Scuola Mauri, también para los libreros ha sido un referente imprescindible y un estímulo continuo.
Visitó La Central por primera vez hará unos quince años, creo recordar, acompañado de Jorge Herralde. Aquella visita fue para nosotros todo un acontecimiento: era imposible no sentirse cohibido en su presencia y su conversación, seguros de que no estábamos a su altura. Regresó en varias ocasiones, alguna vez acompañado por Jaume Vallcorba, otra por Fleur Jaeggy; en 2009, presentó junto a Claudio Magris la traducción de “La persuasión la retórica” de Carlo Michelstaedter. Siempre nos mostró un generoso aprecio y un sincero interés por la salud de la librería, con preguntas incisivas sobre la organización y nuestros proyectos, queriendo saberlo todo sobre las nuevas editoriales independientes e insistiendo en que le recomendáramos algunos autores emergentes. Estas visitas y los comentarios elogiosos que sobre nuestro trabajo publicó en diversas ocasiones, han sido algunos de los momentos más gratificantes en nuestra trayectoria.
Que tendríamos que evitar decir que con él desaparece el último gran editor moderno parece una sana precaución; no obstante, uno no puede dejar de presentir que su muerte marca el final de una época.   
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