Cuando en 1921 Man Ray llegó a París, llevaba por todo equipaje una cámara de fotos. No tardó en integrarse en la vida artística de Montparnasse, que, más que un barrio, era un estado de ánimo, un modo de vivir, del que rápidamente se convirtió en uno de los máximos exponentes. Frecuentó por igual a dadaístas, surrealistas y a la fauna bohemia de la época, y logró fotografiarlos a todos sin que le afectaran los debates que los enfrentaban. Herbert R.Lottman nos invita a seguirle en sus encuentros con Joyce, Picasso, Brancusi, o Breton, la célebre musa Kiki, la modelo Lee Miller y las demás mujeres de su vida, así como en sus andanzas por cafés (La Rotonde, Dôme) y salones como los de Gertrude Stein o Paul Poiret. Artista a la par que testigo privilegiado de aquel mítico París, Man Ray se convierte así en la figura escogida por Lottman para ofrecer un panorama de los movimientos artísticos q1ue revolucionaron el arte de la primera mitad del siglo XX.