Recorridos

Distopías

Lo que no queríamos

Distopía: dícese de la utopía perversa, donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal. Manipulación, adoctrinamiento masivo, vigilancia y mediocritización son cuestiones permitidas, incluso incentivadas, en el mundo distópico.

Quizás la distopía literaria más conocida de todas sea la que escribió George Orwell en el año 1948, 1984, la famosa novela en la que aparece el Big Brother, años después paradójicamente convertido en un reality show de alcance global. Ya antes, el norteamericano Aldous Huxley había descrito su versión de la catástrofe en la cientifista Un mundo feliz (1931). Ray Bradbury, años más tarde, inventaría una sociedad en la que los bomberos, en lugar de apagar incendios, los provocan: Fahrenheit, 451, la temperatura a la que arden los libros, sería llevada al cine exitosamente por François Truffaut.

El filósofo inglés Thomas Moro escribió su Utopía en el siglo XV, y desde entonces muchos han inventado distopías. Algo renuente, algo pernoctado, las distopías pueden leerse como los síntomas de nuestro tiempo: fábulas catastrofistas de mentes lúcidas o diagnósticos del dolor.

Ahora Gallo Nero ha decidido publicar, de forma valientem antiutópicamente, la que podríamos considerar madre de todas las novelas distópicas posteriores -aunque muchos no la conocieran y sigan sin conocerla, y la redacción de tales distopías responda más a una necesidad del momento que a una influencia literaria entre los escritores que se enfrentaron a ese reto. La sueca Karin Boye (1900-1941) escribió una novela bajo el hipnótico y enigmático título de Kallocaína tras ver su proyecto de paz fracasado. Poco antes de sucidarse, el día que los nazis tomaban Grecia, Karin Boye acabó esta novela, que describe con lucidez un futuro gris, dominado por un Estado policial que llega a invadir la esfera privada de los ciudadanos suprimiendo toda forma de libertad. Los hombres se han convertido en máquinas cuya función principal es reproducirse, obedecer y no sentir. ¿Y qué es la Kallocaína?, se pregunta el posible lector, como se pregunta Luna Miguel en el prólogo. Habla el narrador: "Se trata de algo que, espero, resulte útil al Estado. Una sustancia que inducirá a cualquier persona a desvelar sus secretos, todo aquello que se haya esforzado en ocultar, ya sea por vergüenza, ya sea por miedo." Pero Leo Kall, el científico encargado de preparar tal mejunje, verá sus intenciones boicoteadas...