Recorridos

La Biblioteca Ideal de... Bartleby (y compañía)

Diez lecturas que podríamos hallar en el laberinto del No de Enrique Vila-Matas

Hace casi una década Enrique Vila-Matas publicó uno de los libros que más huella han dejado de su compendio literario: Bartleby y compañía, un recorrido sinuoso por aquellos escritores que por uno u otro motivo terminaron atraídos, como el personaje de Melville, por la nada, por la "pulsión negativa". Así, en las páginas de este excelente canto a la literatura contemporánea, Vila-Matas hace un repaso de quienes, de hecho, son también algunos de los autores que hallaríamos en su biblioteca ideal.
En Bartleby y compañía se dan cita escritores como Juan Rulfo, quien, después de terminar Pedro Páramo tardó treinta años en volver a escribir; Felipe Alfau, que cayó en un silencio de casi dos décadas tras publicar su primera novela Locos (1928), un cuadro esperpéntico y vanguardista de la España de comienzos del siglo XX; Hölderlin, que decidió vivir la mitad de su vida recluido en una buhardilla; o Robert Walser, quien, de modo parecido al caso anterior, pasó los últimos veintiocho años de su vida encerrado en un psiquiátrico. Otros escritores aquejados del "síndrome de Bartleby", esto es, que enmudecieron larga y, en algunos casos, también definitivamente, fueron Rimbaud, que con sólo diecinueve años dijo "adieu" a la poesía; Jerome David Salinger, artífice de sólo cuatro novelas, publicadas durante doce años (de 1951 a 1963); o Thomas De Quincey, quien de los diecinueve a los treinta y seis años, sustituyó la pluma estilográfica por el opio y las alucinaciones derivadas de éste.
Sin embargo, este enmudecimiento creativo (y en ocasiones también vital) recae asimismo en personajes que no son de carne y hueso. Así, además del que protagoniza el título de la novela-ensayo del escritor barcelonés, hallamos referidos en las páginas de Bartleby y compañía nombres como el de Monsieur Teste, el alter ego de Paul Valéry, que lanzó por la ventana toda su biblioteca y, con ella, sus ganas de escribir; el protagonista de Paludes, un anti-escritor en tanto que no cesa de plantearse la escritura de un libro que nunca llega a escribir; o, finalmente, el mítico Lord Chandos (producto de Hugo von Hofmannsthal), quien en la carta que le escribe a Francis Bacon reconoce haberse quedado sin palabras para dar cuenta de la realidad que le circunda.
Reales o ficticios, son todos ellos personas y personajes que seguramente se hicieron la pregunta que en su día se planteó Jaime Gil de Biedma, otro de los nombres que podrían figurar en las estanterías del estudio de Vila-Matas: "Preguntarme por qué no escribo, inevitablemente desemboca en otra inquisición mucho más azorante: ¿por qué escribí?". He ahí la cuestión sobre la que debe reflexionar (o enmudecer) todo aquel que pretenda erigirse como un escritor del No, esto es, y citando de nuevo al autor de Bartleby y compañía, como un auténtico "héroe negativo de la literatura".