Recorridos

Jean-Paul Sartre

La náusea de saberse libre.

París, 1905 - París, 1980

"Porque queremos decir que el hombre empieza por existir, es decir, que empieza por ser algo que se lanza hacia un porvenir y que es consciente de proyectarse hacia el porvenir. El hombre es ante todo un proyecto que se vive subjetivamente, en lugar de ser un musgo, una prodredumbre o una coliflor; nada existe previamente a esto proyecto; nada hay en el cielo inteligible, y el hombre será ante todo lo que haya proyectado ser."
SARTRE, Jean-Paul, El existencialismo es un humanismo.
Si existe una imagen a la que asociamos la etiqueta de "intelectual comprometido del siglo XX", esta es, sin duda alguna, la silueta de Jean-Paul Sartre. Sartre consiguió algo inédito hasta la época: poner de moda una determinada corriente filosófica llevándola de las aulas de la Academia a los cafés de Saint Germain en París, además de combinar el rigor filosófico y la creación literaria con el activismo de base. Estuvo siempre en la primera línea de fuego: recordemos la participación en la Resistencia francesa, sus flirteos con el comunismo y el anarquismo, el mayo del 68 y la sonada relación con Simone de Beauvoir. Esta frenética actividad política y social se corresponde, asimismo, con su pensamiento filosófico y no puede más que ser una consecuencia lógica de él. Para Sartre, el hombre primero existe y luego es (como reza la famosa sentencia "la existencia precede a la esencia"), es decir, aquello primario es la necesidad ineludible de hacerse a sí mismo. La libertad se teoriza en el existencialismo como una condena de la que no se puede escapar: debemos elegir siempre e incluso la no elección es una decisión, es la opción por la "mala fe" de aquel que busca excusas para no hacerse cargo de su propia existencia. Esta condena se experimenta subjetivamente como "angustia" cuyos rasgos podemos apreciar en la producción literaria (por ejemplo, en La Náusea) y teatral (Las manos sucias, Muertos sin sepultura) de Sartre. Aunque dedicó gran parte de su tiempo en desarrollar la fenomenología (véase El ser y la nada) y el marxismo (Crítica de la razón dialéctica) fue la literatura la que le valió el reconocimiento internacional. Reconocimiento que tuvo una doble cara: por una parte, el Premio Nobel de Literatura de 1964 (que rechazó); por otra parte, la inclusión de sus obras en el Índice de Libros Prohíbidos, acusado de retratar sólo los aspectos más sórdidos de la condición humana. Pasados los años, y aunque quizás su obra ya no consiga las adhesiones de entonces, nos sigue quedando en la memoria aquella silueta del Sartre activo y comprometido con las consignas, y nos parece que, debido al eterno retorno del conflicto, esta imagen del intelectual irá recobrando una y otra vez, actualidad.