Recorridos

Wislawa Szymborska

La poesía polaca del siglo XX cambia las tornas de la historia y, por primera vez, la poesía de los vencidos es la que es capaz de mejor reflejar un tiempo y un pensar en el tiempo. De entre las grandes voces de esa generación la de Wislawa Szymborska destaca por derecho propio.

Prowent, actual Kórnik, 1923 - Cracovia, 2012

El siglo XX trajo consigo, sí, muchas atrocidades, pero también fue el primero en considerarlas tales. La nueva consideración del vencido como víctima y la aparición del testimonio documental fueron, entre otros, los factores que convirtieron a la poesía de un país maltratado como pocos en el siglo XX, Polonia, en uno de los centros poéticos inevitables del siglo.

Wislawa Szymborska comparte con los otros grandes poetas de su generación (Zbigniew Herbert, Czeslaw Milosz) la necesidad de crear un lenguaje nuevo para referirse a un mundo nuevo, un lenguaje ajeno a las viejas retóricas y más cercano al habla llana, popular. Milosz y Rozewicz marcaron el camino pero probablemente nadie como Szymborska supo llevarlo al límite, más allá incluso del propio lenguaje: mientras que Herbert y Milosz son personajes devastados por la historia, Szymborska parece sobrevivir a ella aferrándose a las pequeñas cosas. En su poesía, lo hogareño deviene universal y lo cósmico, casero. Su obra es un ejemplo de humanidad que consigue esquivar los venenos de la ironía con un humor que siempre es tierno, un humor no basado en la señalación de defectos, sino en su reconocimiento como propios y comunes.

El Premio Nobel concedido en 1996 nos volvió familiar a una poeta esencial de la que no podemos desprendernos. Ni siquiera ahora, con su muerte: su poesía sigue viva como un monumento a la comprensión, a la ternura inteligente y al ser humano reducido a sus preguntas esenciales. Todo en una mujer cuya frase favorita era "No sé".