Recorridos

Pierre Michon

Su sutileza es poder, su barroquismo melancolía, sus silencios expresividad, su alquimia gran literatura.

Cards, 1945

Escritor francés nacido en Cards, la Creuse francesa. Estudió Letras en Clermont-Ferrand y se hizo educador, y como empujado hacia el declive, se abandonó al alcohol y los barbitúricos, hasta que decidió buscar refugio en la escritura. Estilista de primera, autobiógrafo de lo pequeño y sutil, su primer libro fue Vidas minúsculas (1984),: en él refleja las alcantarillas de su vida, crea, a través de sus ocho capítulos, la figura del biógrafo biografiado, o de una autobiografía hecha a través de la reconstrucción de vidas ajenas. En los diversos capítulos del libro conoceremos la vida de sus abuelos, la relación con sus compañeros de clase en un internado de la provincia francesa, las aventuras de un niño huérfano, que como un Rimbaud fracasado, se va a África en busca de una fortuna inexistente, hombres y mujeres que queman la vida en la desesperanza.

Otra de sus obras es Señores y Sirvientes: libro fulgurante, habitado por el arte, en el que se recogen cinco textos consagrados a otros tantos artistas: Francisco de Goya, Antoine Watteau, Piero della Francesca, Vincent Van Gogh y Claudio de Lorena. Unas narraciones que se acercan a un celebrado artista mediante un testigo periférico, incluso oscuro.

También es autor del libro Rimbaud el hijo, en el que, bajo el casi alucinógeno influjo del iracundo Rimbaud, Michon escribe esta vertiginosa mezcla de biografía, ensayo, novela, poema en prosa, o todo eso junto. Libro inclasificable que resulta un viaje a lo largo de todos los viajes de Rimbaud, de todos sus intentos de huida de su Charleville natal, de su madre posesiva, del fantasma de su padre; sus incursiones en Bélgica, donde es arrestado y devuelto a casa, sus escapadas a París; y la huida final, a África, huida definitiva esta vez también de la poesía.

Michon irrumpió en el panorama literario con unos libros que no pueden clasificarse dentro de ningún género, pero que son cuando menos turbadores y además consagran a quien ha tenido el arrojo necesario para escribirlos.

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