Recorridos

Craic agus litríocht

Les proponemos un viaje por las verdes colinas de Irlanda de la mano de sus escritores.

Si besar la piedra de Blarney concede el don de la elocuencia, muchos escritores de la isla se deben haber conocido en la cola del castillo. Nacidos bajo el dominio de una lengua extrangera, los irlandeses han sabido darle una vuelta de tuerca al inglés y hacerselo más suyo que el espeso líquido negro que brota de los grifos de cada pub. Con la ironía que caracteriza a la mayoría, los propios irlandeses se han encargado de dejar constancia de los rincones de sus tierras, algunos desde el exilio, como James Joyce, otros desde el salón de su casa con la turba quemando, pocos han sido los escritores que no han narrado los paisajes de Irlanda.
Se dice que si Dublin desapareciera, se podría reconstruir cada uno de sus rincones gracias a los libros de Joyce, desde el Retrato del Artista Adolescente hasta Finnegan's Wake, pasando obviamente por el Ulisses. Ha tenido que pasar casi un siglo para que otro irlandés dedicara una trilogía a las calles de la capital, Roddy Doyle ha retratado los barrios obreros en The Commitments, The Van y The Snapper.
Las letras de Cork son tal vez menos conocidas pero no por ello menos prolíficas. La ciudad rebelde del sur ha sido el hogar de Frank O'Connor, maestro del relato corto con An only child and my father's son o Patrick Galvin que retrata la crudeza de un colegio católico de las afueras en Song for a raggy boy. El condado estuvo habitado por grandes terratenientes que vivían en casas señoriales, dando lugar a las big house novels como The last september de Elizabeth Bowen o Castle Rackrent de Maria Edgeworth, escritora del condado de Longford donde sucede la acción de su novela El absentista.
En el oeste, la tierra prometida que resguarda la esencia y la herencia celta, se encuentra la ciudad de Limerick, fundada por vikingos y famosa por su pestilente rio y la peligrosidad de sus calles. Gris, industrial y pobre, por sus calles paseaba el niño Frank McCourt en Las cenizas de Ángela o la censurada Kate O'Brien. La escritora, tachada de immoral por sus ideas progresistas, dibujó una irlanda ultra-católica donde la única esperanza para las protagonistas de The land of spices o Mary Lavelle era encontrar una familia en el estrangero que las contratara como institutrices.
En Sligo vivió el nobel William Butler Yeats, impulsador junto a Lady Gregory del renacimiento celta de principios del siglo XX. Sus obras de teatro reproducian revoluciones históricas que mitificaban el sacrificio por la patria, la muerte de un heroe para rejuvenecer a la pobre Cathleen Ni Houlihan, alegoria de la Irlanda que lucha por recuperar sus tierras. Muchos escritores del norte coinciden en proponer alternativas a la realidad fronteriza que les obliga a negociar su identidad día tras día. Es el caso del dramaturgo Brian Friel que situa sus obras Translations o Dancing at Lughnasa en el ficticio Baile Beag, un pueblo en el límite entre Donegal y Fermanagh. O el novelista Patrick McCabe que aboga por la integración de ambas identidades en una sola en Breakfast on Pluto.
Inseparables, los escritores irlandeses crecen junto a su paisaje y envejecen en sus tierras. En palabras de Seamus Heaney...

I grow older
Conceding your half-independant shore
Within whose borders now my legacy
Culminates inexorably

Bibliografía destacada