La verdad más prosaica de la ficción es su origen humilde: lo social. Su gran mentira fue proclamar como un mantra la cínica afirmación de que, en la novela, cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia. En el reino de la ficción, pese a la arrogancia de quienes defienden la entelequia del arte por el arte, los universos sociales siempre interfieren y se interpolan con los mundos imaginarios. Los mundos posibles (e imposibles) de la ficción siempre son mundos narrativos (storyworlds) saturados de energías sociales. La teoría de los mundos posibles abanderada por Lubomír Dole el, Thomas Pavel o Umberto Eco desempeñó un papel ambiguo en su esfuerzo por otorgar una nueva ontología a la ficción.